15 jul 2017

NEOWESTERN: EL FUTURO DEL WESTERN






El western está vivo. Eso para empezar. Así pues, que nadie piense que los westerns contemporáneos (para acotarlo un poquito más: los del s. XXI) son, a su vez, neowesterns. De eso nada. Los westerns son westerns ahora y en el siglo pasado. Vamos, que tan western es “La diligencia” (1939, John Ford) como “Los odiosos ocho” (2015, Quentin Tarantino). Otra cosa muy distinta es que, como ocurre en todos los géneros, el western ha ido evolucionado y, obviamente, existen diferencias más que notorias entre el western clásico y el western contemporáneo. Y entre la concepción de Ford y la de Tarantino, por supuesto. Pero —repito— tanto “La diligencia” como “Los odiosos ocho” (pese a una diferencia de edad de más de 75 años) son westerns.

Resuelta esta duda o pequeña confusión, pasemos a definir o concretar lo que sería específicamente un neowestern. Y ya que navegando por la red he sido incapaz de hallar ninguna definición que me satisfaga, permitidme que comparta con vosotros la mía. Para mi es neowestern cualquier película que evidencie rasgos estilísticos propios del western (tanto a nivel de forma como de contenido) pero que —a diferencia del western— no transcurra dentro del período cronológico habitual del género (1850-1915 aproximadamente) sino después. De hecho yo alargaría los límites del western —como fecha máxima— hasta 1920, año en el que podríamos dar por finalizada la Revolución Mexicana (1910-1920). Precisamente por eso, una película que contiene muchos elementos del género western como “El tesoro de Sierra Madre” (1948, John Huston) no la podemos considerar como tal porque pese a la incuestionable existencia de muchos de esos elementos comunes, la película se desarrolla entre Tampico y Sierra Madre (Mexico) en 1925. Fuera de ese límite, por consiguiente, que acabamos de establecer. 

Así pues, todo se reduce a una cuestión puramente cronológica. Esto es: de 1850 a 1920, western. Y de 1920 en adelante, neowestern. Así de fácil y así de sencillo. Siempre y cuando existan esos elementos (como ya hemos dicho antes, de forma o de contenido) que lo justifiquen, por supuesto. Y aquí viene lo bueno. Que a veces esos elementos son total y absolutamente visibles; sobre todo si son estéticos o iconográficos. Me refiero a botas, sombreros, espuelas, rifles, pistolas, caballos y demás. Pero, a veces, cuando esos elementos debemos descubrirlos en la historia, en el argumento, quizás ya no resulta tan sencillo identificarlos. Máxime si se desarrollan en películas que transcurren en lugares o en periodos cronológicos muy alejados a los de origen. Ejemplo de ello serían films contemporáneos o incluso de ciencia ficción como “Asalto a la comisaría del distrito 13” (1976, John Carpenter), “Atmósfera 0” (1981, Peter Hyams) o “1997: Rescate en Nueva York” (1981, John Carpenter) cuyos respectivos argumentos guardan significativas asociaciones con westerns tan míticos como “Río Bravo” (1959, Howard Hawks), “Solo ante el peligro” (1952, Fred Zinnemann) o “Por un puñado de dólares” (1964, Sergio Leone). Analogías que solo son perceptibles, naturalmente, para los más curtidos en el género.

En lo que a elementos conceptuales respecta yo creo que merece la pena señalar, sobre todo, aspectos tan tópicos y recurrentes en el género como el cumplimiento de la ley y/o la justicia, la sed de venganza, el uso habitual de la violencia para resolver conflictos, la colonización del territorio, el enfrentamiento entre campesinos y ganaderos, la guerra de secesión… Aspectos que son susceptibles de amoldarse a otros contextos, situaciones y épocas sin que, en esencia, nunca dejen de ser los mismos. Es más, particularmente estoy convencido que el neowestern va camino de convertirse un auténtico subgénero de culto en el s. XXI. No solo porque su particular iconografía siempre ha funcionado y funcionará sino porque sus temas (yo soy de los que sostengo que cualquier tema tiene cabida en un western), una vez adaptados y amoldados a los nuevos tiempos, pueden seguir narrándose desde una perspectiva clásica (la del western) sin que pierdan en ningún momento ni un ápice de frescura y actualidad.   

A partir de aquí, que nadie se líe. Reitero una vez más que neowestern es una simple etiqueta para definir aquellas películas con elementos visiblemente atribuibles al western de toda la vida que se desarrollan fuera de los límites cronológicos habituales. Insisto en ello porque voy leyendo por ahí que dicho término también se emplea para catalogar westerns de nuevo cuño o westerns que se desarrollan fuera de su circunscripción geográfica tradicional. Y quiero dejar bien claro que cualquier película con elementos propios del western que transcurra fuera de las fronteras habituales seguirá siendo un western (y no un neowestern) siempre y cuando se desarrolle entre 1850 y 1920. O lo que es lo mismo: “La proposición” (2005, John Hillcoatt) sigue siendo un western aunque transcurra en Australia y “El valle oscuro” (2014, Andreas Prochaska) sigue siendo también un western aunque transcurra en Los Alpes. Sin embargo, “El bueno, el malo y el raro” (2008, Kim Jee-Woon) es un neowestern como la copa de un pino no porque transcurra en Manchuria (China) sino —básicamente— porque se desarrolla en la década de 1930.

Dicho esto, os adjunto un pequeño listado de neowesterns dignos a tener en cuenta. Obviamente, faltarán algunos porque no los he visto todos pero éstos son, a mi juicio, algunos de los más representativos.

“El tesoro de Sierra Madre” (1948), de John Huston
“Conspiración de silencio” (1955), de John Sturges
“Vidas rebeldes” (1961), de John Huston
“Los valientes andan solos” (1962), de David Miller
“Hud” (1963), de Martin Ritt
“El rey del rodeo” (1972), de Sam Peckinpah
“La huída” (1972), de Sam Peckinpah
“Quiero la cabeza de Alfredo García” (1974), de Sam Peckinpah
“Asalto a la comisaría del distrito 13” (1976), de John Carpenter
“El jinete eléctrico” (1979), de Sydney Pollack
“Atmósfera 0” (1981), de Peter Hyams
“1997: Rescate en Nueva York” (1981), de John Carpenter
“Brockeback Mountain” (2005), de Ang Lee
“Los tres entierros de Melquíades Estrada” (2005), de Tommy Lee Jones
“No es país para viejos” (2007), de Joel & Ethan Coen
“El bueno, el malo y el raro” (2008), de Kim Jee-Woon
“Comanchería” (2016), de David Mackenzie